Durante la primera mitad del siglo XVI continuaron las pestes y las hambrunas: en 1530 Barcelona perdió 6250 habitantes en cuatro meses por la peste; la falta de trigo era crónica, y representaba una preocupación constante para las autoridades de la ciudad, pese a que la Sentencia arbitral de Guadalupe benefició a la agricultura, que contó con nueva mano de obra gracias a la llegada de inmigrantes del sur de Francia, especialmente de Occitania, lo que palió el descenso demográfico.